martes, 24 de marzo de 2009

CUANDO EL SOL NO SALE...

CUENTO

Ese martes amaneció frío y con uno que otro vestigio de lluvia. Luis Gonzáles, médico forense sin título y madrugador empedernido, abordó el autobús a las seis, como lo ha hecho durante los últimos tres años de su vida."Aumentan casos de muertes por negligencias médicas", titulaba el periódico de aquel martes.

Luis llevaba camisa a rayas, con cuello, de manga corta, y sus pantalones negros hacían juego con las gafas oscuras que traía puestas. Aunque sus prendas estaban limpiecitas, el señor Gonzáles no dejaba de percibir un fuerte olor a formol que se desprendía de si mismo. Del bolsillo derecho de su pantalón saca una foto: "Te extraño mi vida, sé que pronto te veré de nuevo", dice en una esquina del retrato.

Trabajar con cadáveres implica, entre otros rigores, copular con aromas que, pese a lo desagradables, insisten a quedarse a vivir entre los poros de la piel.

Luis entra a su lugar de trabajo, la morgue del viejo hospital de la ciudad, tarareando una canción. Afuera, mujeres llorando y halándose el cabello. De repente, la desentonada voz de su jefe, un hombre corpulento y de bozo poblado, saca a Luis de su embeleso.

-Gonzáles
-Qué
-Dejé de entonar canciones maricas, y póngase a trabajar
-Pero

-Pero nada, acentúo el jefe

Mientras Luis se pone su desgastado delantal, ocho cadáveres, cubiertos con sábanas blancas, desfilan por todo el centro de la improvisada morgue: un cuartucho de seis metros de largo por cuatro de ancho. Luis si acaso lo podía creer, jadeante, parpadeaba una y otra vez. De nuevo, volvió a gritar su jefe.

-Gonzáles, no se quedé ahí parado
-Lo que diga señor, respondió
-Necesito que les practique, lo antes posible, las autopsias a estos cadáveres. No pregunte por qué, pero el director del hospital ordenó cambiar la verdadera causa de muerte de los cuerpos siete y ocho; así que ya sabe-, concluyó el jefe en tono malicioso.

-Pero por qué, insistió Luis.
-Usted si es terco Gonzáles, subrayó el jefe.

-En fin, aquí entre nos, parece ser que un par de colegas pasaron por alto algunos chequeos médicos y, bueno, las consecuencias están sobre esas bandejas. Cuerpos sin vida que usted tendrá que revisar para antes del medio día, ¡entendió Gonzáles!.

Luis, con la cara transfigurada, luego de tres años de trabajo en aquella morgue, atendía, por primera vez, una sesión masiva de autopsias.

El sudor se derramaba por todo su cuerpo. En la mente del señor Gonzáles, no cabía otra idea que no fuera la de abrir y remendar cadáveres de manera minuciosa. El calor se tornaba, con el paso de los arenosos minutos, más insoportable.

Las 11 y 15, marcaba el reloj. Aún restaban dos cuerpos por el examen anatómico. Levantó, con la misma frialdad de los anteriores cadáveres, la sábana que cubría el cuerpo número siete. Los ojos de Luis se brotaron. Aceleradas palpitaciones y respiración cortada, fueron la antesala de tan lamentable noticia.

El siguiente cuerpo al que, Luis, debía hacerle la autopsia, era el de Elizabeth, su hija. El mundo se le cayó a pedazos. Silencio anómalo. Frío que golpea. Las lágrimas ya rodaban por las mejillas del desdichado doctor.

El rostro de Gonzáles, del todo deshecho, reflejaba la culpa que sentía por el deceso de su hija. La última vez que vio a Elizabeth con vida, fue cuando ésta a penas tenía cinco años. Entró, sigiloso, al cuarto de la niña. Leyó un par de cuentos y entonó varias canciones para ella, más tarde, al igual que su esposa, la abandonó.

Viajó por el mundo intentando encontrar un trabajo, según él, digno de sus habilidades y conocimientos. En quince años de ausencia, nunca le pudo enviar a su familia un monto de dinero que valiera la pena. Gritos de dolor retumban en cada rincón del depósito de cadáveres. Recuesta su rostro sobre el vientre de su hija fallecida. Enseguida, Luis entona una, dos...y mil canciones para Elizabeth. En mayo próximo, la hija del médico forense, cumpliría 19 años.


CRISTHIAN MAURICIO BURGOS TORRES.

Fotografìas: peatom.info

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un poco espeluznante la historia. Pero, eso sí, sabes que tus palabras me envuelven así que espero seguir disfrutando de ellas por mucho tiempo. No olvides mi Cristhian que te quiero montones y que siempre estaré ahí como un lector muy fiel. Muchos éxitos en tus proyectos y en los que anhelas lograr con tus amigos.

Abrazos y besos, Cynthia

Vanessa Nathaly FLAK´ dijo...

ME GUSTO MUCHO LA HISTORIA, AUNQUE ME IMAGINO QUE PARA USTED FUE UN POCO DIFÍCIL ESCRIBIRLA, PERO LO FELICITO POR ESE GRAN TALENTO QUE MERECE GRANDES TRIUNFOS TE AMO...