sábado, 2 de mayo de 2009

DELIRIOS

CUENTO.

El primer lugar que visitó, luego de su fuga, fue la vieja universidad. Mientras camina por uno de los oscuros corredores del recinto, levanta y agita su mano al paso de los estudiantes. Ninguno de ellos responde al saludo. Algunos creen que es uno de los tantos profesores desquiciados que suelen escaparse de la clase de psicología. Otros, los menos incautos, ven el gesto como una broma de mal gusto.


El sujeto entra al primer salón que se encuentra en su trayecto: el aula 108. Sillas apiladas en hileras y papelitos dispersos por todo el piso le dan la bienvenida. “Buenos días jovencitos. Desde hoy seré su nuevo profesor”. Los rostros de los estudiantes no tardan en transfigurarse. “Para empezar, ni se molesten en sacar una hojita en blanco. Hoy no habrá parcial. Aún no comprendo para qué sirven esas tonterías. La educación no se creo para formar instructores técnicos, sino para promover la libertad de los hombres”, dice el extraño hombre como si se tratara de un recital. Entre los estudiantes se oyen murmullos y una que otra carcajada. Nubarrones negros en el cielo no son un buen presagio. Una lluvia de papelitos sobre el rostro del profesor parece estar cerca.



El anómalo momento continúa su curso. “Así que de ahora en adelante, dedicaremos las clases para hablar de cosas que realmente nos importen. Por ejemplo, que hay de sus preocupaciones, sus sueños, sus amores…su tan anhelada fantasía sexual. Que les parece si conversamos un poco sobre lo que hicieron el viernes en la noche”. En seguida, cruce de miradas y silencio prolongado.

De repente, varios hombres irrumpen en el salón 108. En sus manos llevan varias correas y una jeringa cuya aguja deja sin aliento a más de uno. “Sí, ese es. Atrapen ya mismo al loco que se nos escapó del sanatorio la semana pasada… Hasta que al fin te encontramos loco Manuel”, dicen al tiempo cuatro sujetos con batas blancas. “¡Llévenselo!”, ordena uno de ellos.


Sobre los escritorios de los estudiantes, sólo quedan algunos suspiros junto a las hojas de papel con apuntes de una clase que jamás pasó.



Por: Cristhian Mauricio Burgos Torres

Foto: media.photobucket.com

5 comentarios:

Lector Fiel dijo...

Excelete, se nota la formación acádemica del autor,el amor por la literatura. Simplemente me gustan las historias que me insitan a la reflexión. Felicitaciones

Vanessa Nathaly FLAK´ dijo...

Me encanto la historia, ojala y todos los profesores fueran locos escapados del manicomio... como el que escribió el cuento... loquito sigue cosechando éxitos...

Anónimo dijo...

¿Este blog es de periodismo o de cuenticos?

Campanula dijo...

Me gusto tu cuento, lo pone a uno a pensar hasta el final.
un abrazo y gracias por pasar por mi blog.

Anónimo dijo...

Esta muy bueno...solo que los locos no estan tan locos y los cuerdos estan mas locos de lo que aparentan!